En este furor por querer enterarnos de todo en el momento mismo en que las cosas se producen surgen redes sociales como Twitter o Facebook dominando el terreno internáutico. En principio la cosa parece funcionar y uno lee y comparte información de mucha gente de los puntos más diversos del planeta, gente con la que no ha tenido contacto en años, pero luego comprende que no existe realmente "tanta" información para alimentar al monstruo y ésta se comienza a inventar. Juegos, frases, bromas, fans y otros sinsentidos gobiernan el flujo de datos y, evidentemente, todo comienza a ser un caos. Es que nadie en su sano juicio puede atender a 50 o 100 amigos hablando todos a la vez. De hecho no se hace. Las noticias pasan de moda a una velocidad tal que el comentario 19 quedó obsoleto al caer el 20 y así sucesivamente.
Y es que todo esto se parece mucho a una lista de mensajes abierta y sin ningún tipo de moderación. Nadie agrupa los temas, nadie ordena las discusiones, nada. De modo que lo que en principio parecía que serviría como ámbito social se torna un torbellino de insensateces y acaba siendo abandonado.
Personalmente, he hecho el intento de seguir lo que pasa en Facebook o Twitter, pero es que realmente no pasa nada importante la mayoría del tiempo, y cuando hay algo en verdad relevante, esto se pierde en una montaña de comentarios superfluos y ¡vaya uno a encontrarlo!
Philip Dick hubiera dicho que lo que ocurre es la kippelización de la Internet, y tendría razón. Ya bastante kippelizada estaba cuando fue el boom de las páginas personales y de los blogs (mea culpa), pero sobrevivíamos seleccionando el contenido con pinzas cada vez más pequeñas de entre el montón de paja que lo cubría.
Ahora ya es tarde, aunque quizás ya era tarde varios años atrás. Hemos destruido esta WorldWideWeb y sólo quedan los anuncios publicitarios. El kippel lo ha devorado todo y nosotros, saturados de información que no nos sirve para nada, estamos cada vez más incomunicados.
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