miércoles, 10 de marzo de 2010

Libros como ladrillos

A medida que pasan los años, el tamaño de las novelas crece para calmar la sensación de vacío de un público que prioriza la cantidad a la calidad a la hora de comprar. Estamos hablando de libros de 400 páginas cuando hace dos décadas estaban en 200. ¡Y las novelas eran iguales!, o mejores. Está bien, siempre hubo casos excepcionales como El nombre de la Rosa o Cien años de soledad, pero tenemos que tener en cuenta que ese formato despropocionado de páginas era muy resistido por el mercado editorial. Hoy, en cambio, es el que mejor se ajusta a lo que se pretende vender: muchas horas de evasión por el mismo dinero -aunque nunca es el mismo-. Y resulta que el método funciona, la gente consume por el grosor y el peso del libro antes que por su, siempre difícil de determinar, calidad literaria. Más le valdría al librero tener una balanza en lugar de una lista de precios.

Ejemplos de esto son muy fáciles de hallar:
Luna nueva - Stephenie Meyer - 576 Páginas
La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina - Stieg Larsson - 752 Páginas
Crónica del pájaro que da cuerda al mundo - Haruki Murakami - 683 Páginas
La sombra del viento - Carlos Ruiz Zafón - 476 Páginas
Los pilares de la tierra - Ken Follett - 965 Páginas
El mapa del tiempo - Félix J. palma - 672 Páginas

Pero claro, esta tendencia cuantitativa muy propia de nuestra cultura materialista también tiene su reflejo en otras ramas del arte como la música: discos dobles, recopilaciones infinitas, reunión de intérpretes, discos homenaje, etc.; o cine: películas de tres horas, trilogías, secuelas, precuelas. En fin, todo parece multiplicarse para sacarle hasta la última gota de provecho a un determinado producto.
En el caso de la literatura, tanto como en el cine (que posee una unión muy particular), esto juega en la mayoría de los casos en detrimento de la calidad. Con raras excepciones, las novelas de 500 o 600 páginas se tornan tediosas, inacabables y, no menos importante, difíciles de transportar en la vía pública. Un volumen de Luna nueva o de Los pilares de la tierra son muy complicados de llevar "en la cartera de la dama o en el bolsillo del caballero", y sin embargo se venden... como ladrillos.

Pero quizás el problema mayor sea la mencionada "pérdida de calidad" de la obra. El abuso de la dilación por parte del autor puede entorpecer en el ritmo de la novela y acabar perdiendo la atención del lector. Las subtramas ramificadas complican la idea central, la enturbian, y en muchos de los casos, acaban en nada, sin aportar realmente a la historia, aún cuando al lector le parezca que conoce a cada uno de los personajes como a su propia familia. ¿Es necesario tanto? ¿Es necesario hacer un culebrón de cada historia romántica o una tetralogía de cada guerra épica? ¿Cuántas páginas se le pueden dedicar a la hija de la prima del personaje principal que está a punto de casarse pero duda de que su novio le sea fiel? Nada, esa es otra historia, no la que yo quiero leer. ¡Por favor, no me llenen de ensalada si me invitan a comer un asado!

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